jueves, 4 de septiembre de 2008

Difuminar sombras

Me di cuenta que si te buscaba en los pliegues de mis manos no encontraba más que líneas infinitas que se partían en mil pedazos, curtidas por la luz del día, despedazadas de palabras y tu pelo siguiendo cada trazo tranquilo ondeaba en cada partícula de mi piel. No hacía falta mucho para mirar hacía abajo y ver el cordón fangoso de bacterias festivas, de organismos mínimos que me invaden permanentemente. Irrespetuosas sus alas y sus patas mugrosas apolladas en mis ideas, insolencia la de ellos que viven sin sentir y sin saber. Sin saber nada de todo esto que tú, ella y yo sabemos. Y nose si lo sé, nose si quiera si vale la pena incluirme o mejor construir un yo mayestático en el que ocultarme como un montón de piedras que saltan del asfalto envejecido, endurecido. Las cosas podían ser así de simples. Simples restos hoscos y sin gracia. Podía tu mano convertirse en simple barro adentro de las mías, resbalar como sal y convertirse en polvo. Podía todo eso ser tan esfímero, inestable, sin sable. No se sabe y ese es el ave que sobrevuela mi minutero. Y yo que quería regalarte no más que esto que tengo aquí guardado en el pecho (que empecino) me empecinan en ponerle nombre a las cosas. Pero era harto más simple, no hacía falta, no falta.... la falta no falta, entendés Juan? La falta no está ausente... nos acompaña siempre a donde vayamos, siempre con nosotros, siempre esquiva, siempre soberbia. Y nosotros solo nos ocupamos de poner nombres, con toda la inutilidad del lenguaje. Nos ocupamos de representar espectáculos, de construir imágenes. Mas todo lo que hay es esto, esto que se escurre entre mis uñas ennegrecidas ahora de barro, esto que se escapa y se cuela como una bailarina subida a sus puntas de ballet. Ni siquiera como ella Juan, ni siquiera eso. Se va como el perfume de tu cuello cuando te moves; y yo me quedo así, gozando lo que se esfuma, amando lo esfímero, enterándome y sabiendo ahora que no hay más que eso. Arte esfímero.

No hay comentarios: