martes, 1 de julio de 2008

Pragmática

Y yo miraba dos cuadras más lejos de donde estaban mis ojos. Vos estabas distraído. Canturreando esa canción tan lenta, tan detestable Manú. Porque yo no la sabía y a mi no me gustan las canciones que nose y vos nunca te acordás de eso. Tus manos apenas áridas como un desierto se apoyaban en la mesa de madera del bar, y golpeabas un poco acá y un poco allá. No estabamos muy lejos de lo de Vicente pero tampoco habías querido ir. Y si tan solo saliera aveces a la luz la mitad de mis pensamientos, de mis venganzas furtivas, quizás las mujeres dejaríamos de ser complicadas. Y lo más triste es que vos te creiste siempre simple y yo me cansé de contestarte. Seguramente ibas a abrir la puerta con tu acostumbrada fuerza inusitada y yo me pondría de malhumor porque vos no sabías tocar las cosas tan suave, ni sabías hacer el amor de mil modos, ni remotamente imaginabas mi mente. Ni yo tampoco sabía hacer eso que pretendía de vos y quizás el café quemado, la lágrima lechosa, me hayan hecho acordarme de cuán lejos están mis pechos tibios. Te quise así, como quiere cualquiera. Te quise caprichosamente porque quería que fueras un muñeco a la medida de mis ideales. Y también me cansé de desepcionarme, de vos, de mí, de nosotros. Qué importa. Ahora seguimos sentados en el bar y pienso que no tengo ganas de escucharte cantar Calamaro, que no tengo ganas de hablar de turas ni de cosas que jamás podré escribir. Mejor pagar, mejor salgamos, mejor deje de ver la mesa con la madera levantada, mejor deje de sentirme invadida por mi centro hermafrodito. Mejor.
No sé casi como explicarte, pero mamá nos espera en casa con un pastel de papas caliente y a vos que tanto te gusta; y de golpe todo vos me ponés de malhumor y todo mi amor es una enorme estaca que se me clava en el medio del pecho y me pincha cada hilo de paciencia e impaciencia, me chupa las ganas de que hagamos el amor cuando lleguemos a casa y de que nos durmamos desnudos, con media sabana abajo, con mis pies fríos y tu cuerpo transpirado.
Eempezaré, como todos los necios que caminan la tierra, a buscar lo inencontrable, a pretender lo impretendible, a decir las cosas como no quise decirlas nunca.

- Vos ya terminaste? Vamos?
- Si, ahí lo llamo.


(Inmenso silencio se llena de voces vacías. Abre la puerta del bar y la deja pasar antes).

- Gracias. ( Y se va riéndose)