jueves, 9 de abril de 2009

Nada que hacer

El agua caía casi quemándola y mil pensamientos se iban por la rejilla del baño. Pensó simplemente en que ya no tenía nada que hacer, su día terminaba. Y otra vez el silencio, el silencio lleno de música que no podía escuchar, ni sentir, ni amar. El silencio que anuncia lo inevitable y ese hueco que se cala tan hondo en cada hueso del cuerpo, ese vacío tan inmenso que se resume simplemente en el estado catatónico de sus ojos vidriosos.
Vapor. Sale y el frío todavía es capaz de hacerle cosquillas, erizar sus poros, salpicar su cuerpo de mil agujas pequeñas que desaparecen casi en el instante en que el toallón la envuelve. La historia tenía que avanzar, no había paradas, no había caminos de retorno. Y sabía que en ese momento él estaría en alguna cama sucia y descuidada bajo las manos de una mujer con uñas puntiagudas, uñas que lo único que pueden hacer es ajar el alma.
El teléfono yacía sobre la mesa de luz, nada que hacer. Nada que decirle, ni decirse. Inquietud que la recorre. Y ya es como una cosquilla en la palma de sus manos. Va a la cocina, a media luz, toma un poco de agua de la botella. Se deja caer desnuda en el sillón desvencijado. Nada que hacer. Y lentamente, se deja estar, se adormece, se entumece de tantas lágrimas retenidas, de tantos gritos solapados. Toda su fuerza agotada en la felpa del sillón, en el respaldo que sostiene cada una de sus vértebras tan cómodamente. El tiempo no pasa más.
Un brinco y sobre las rodillas calientes camina a paso cerrado hasta el living. El gato la mira de reojo y se vuelve a dormir con su nariz despectiva. Y era increíble porque Felipe, con todo sus instintos tan básicos y banales sabía más de ella que ella misma, que él. Poné música, dale tonta. Poné música. Nada que hacer, es solo una cuestión de instinto.
Mientras tanto fue a buscar la ropa. La apoya en el sillón pero las ventanas están abiertas. La casa tomada de enfrente está llena de gente detrás de los cartones y los trapos colgados, llena de vida, de pasiones, de voces que discuten y se perturban. Y si... y si. Esa noche se siente promiscua. La espera la ropa chorreada en el apoyabrasos. Y su pecho apenas alumbrado por la lámpara está frío. Nada que hacer, nada que hacer, vacío inmenso vacío y apenas a lo lejos quizás escuche a la Garland susurrando gotas de agua cristalinas que empapan sus oídos de tantas vibraciones imposibles, de voces tan viejas, tan dulces, tan lejanas. Y ajenas. Nada que hacer, tiene el alma muerta.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Ahora son la tres y escribo más tranquila. Me tomé el Rivotril sin aspamentos. Como ves, sigo viva, como ves no hay sogas ni nada de todas esas cosas horribles que escribí. Nose qué me pasa. Estoy sensible. Estaré indispuesta, si te simplifica la vida. Y me encanta esto la verdad. Me encanta que no sepas nada de todo lo que siquiera puede pasar por mi cabeza. Porque vos seguís allí. No quisiste ni siquiera bajar a almorzar conmigo, estás neurótico. Claro, bastaba un llamado. Débiles e insulsas son mis armas al lado de las de ella. Suficiente dos minutos, dos cosas que diga y ya está. Pero yo ya estoy resignada, ya se como funciona esto. No hace falta que me des más explicaciones -" No claro que no, no te tengo por qué dártelas tampoco". No, claro que no. No nos une nada. ¿Nada? Vas a salvarme si no escribo la nota que tengo que entregar dentro de una hora o si lo que escribo es una porquería. Te ato ahora con mis mecanismos maliciosos para que puedas seguir pensando misógino como sos que todas somos iguales, que en el fondo te quiero cagar la vida. ¿Y si un día te contesto que si? Me puede dar un ataque de risa!! Me lo imagino y ya tengo un sin fin de hormigas rojas picándome el ombligo y tirándome del pelo, recordándome que por cada carcajada es una muñeca de colección, de esas de la tía, que se caen del estante. Claro, yo nunca te conté de Ezequiel. Nunca te conté de ese fin de año. Mejor tal vez, porque tengo la función de ser un juego y el día que no funcione más supongo que iré a parar con las latas de residuos y que te observaré paciente desde ahí. Casi te veo llegar de reojo ahora, pero no. Al dispenser de agua. Ah! si... Ezequiel. Mi hermanito que permanece casi siempre en puto anonimato. No bastaba la vida para explicar la soledad, ni las miradas ni las situaciones con los codos apoyados en la mesa, porque mamá era tan prolija que nunca nos dejaba poner las manos debajo del mantel. A ver si todavía uno tocaba alguna hebra prohibida. Ezequiel tenía sida. Un buen día nos enteramos. Mamá y papá pensaron que era homosexual, que se daba a orgías y que entonces se lo merecía. Y Ezequiel se fue de casa sin chistar, se fue cabizbajo. Yo tenía ocho años y mi corazón ya entendía bastantes más cosas de las que acaso el tuyo pueda entender alguna vez.
Me voy a casa. Me canso de estar acá y escucharte. Si no tienen nota que entregar se arreglan... te la mando en avión, en helicóptero, en lo que quieras mi vida.

Tuya siempre,


René.
No, no es así. No se empieza así. Trabajar a la par de tus cartas es difícil para mi. Deberías comprender que tus mecanismos exigen un sin fin de operaciones de traducción y traslación en mi cabeza. Son miles de celulas navegando en mi cerebro y yo no se poner semáforos Jorgito... A mi no me gusta esto de la oficina, de tus paneles grises y aburridos, del cúbiculo eterno y siempre lleno, tan lleno de luz. Una luz que por otra parte no puede más que permanecer por fuera de las ventanas inmensas de mi escritorio. Es malicioso, porque vos sabés que me exigís demasiado y sabés que yo no tengo las condiciones para responder a todo eso. Soy esto, y no otra cosa. ¿Qué hacemos entonces? A mi me parece que vos te aburriste de todo esto y me parece que me puede doler más de lo que creía que te aburra mi persona o mis comentarios o mis piernas ya siempre iguales, con las mismas medias. Porque aunque te guste la pollera que tengo siempre limpia para vos ya la conocés y yo ya no puedo darte nada nuevo. Entonces ahora me convertí en otra como ella, igual a ella. Yo que fui para vos una vía de fuga ahora no soy más que lo mismo de lo que huías. Y juro que no quise Jorge, yo de verdad no quise convertirme en esto para vos. Pero entendé que no controlo los mecanismos. Son miles, miles de celulas. No puedo frenarlas, o dirigir el tránsito. Es así, la vida se pasa y es así. Y yo solo tengo hoy la certeza de que te pierdo. Y se también que no hay ni tacos ni poyeras ni medias ni un cuerno que pueda hacer para retenerte porque cuanto más intento retenerte más te me escurrís como una música que se aleja en un auto. Un tango triste, eso. Buenos Aires ahora me parece tan triste y sin embargo ha sido la París de mis sueños otros días. Claro, igual es como me decís siempre. Yo no conozco París, yo vivo en un tapper, yo jamás he viajado y entonces ¿para qué hablar? ¿Para qué inventar tanto, no? Hay que vivir con lo que se tiene. ¿Cómo hago con vos? ¿Cómo hago conmigo ahora? Aveces puede no ser tan difícil nose. Jamás me imaginé que las cosas iban a terminar así. Ah, pero cuando leas esto, seguro vas a entender un poco más. Seguro vas a entender la soga, la sangre, las lágrimas, la histeria y de a poco me convertiré en un recuerdo borroso y nada más que eso y habré dejado de perturbarte con mis caprichos, con mis gritos, con mis reclamos de atención, de que la dejes, de que me elijas, de que todo eso que ahora no es más nada para mi. No significa nada. Dejo antes de que me dejen porque no soporto encontrarme y lamerme las heridas, sentir el gusto a lechuga podrida que tiene la sangre. Ahorrarme la situación humillante. De todos modos me puse la poyera que te gusta, la que sabe tanto más que vos y yo y que nos escuchó decir guarangadas, arrumacos, proclamar manifiestos socialistas y programas mundiales contra el consumo. No, no, no quiero ahora sentimientos de culpa porque me dan más pena. Dejalos ir... si ya se. No tendría que haber sido de esta forma, no tendría que haber sido así. Pero no tengo más motivos Jorge... ¿No es por vos entendés? Una vez en la vida lo hago por mi. El favor es para mi, no para vos. Es mejor asi. Envejecerás con Mimí y las cosas serán como soñaste a los pies del altar. Antes de que te aburrieras de tu vida, de tus hijos, de su ropa y sus palabras, de la cotidianeidad que nos abofetea a todos. Yo también me puedo aburrir... yo también.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Sueño un sueño que sueña

Hay una línea que me escinde de mi misma y me gusta jugar en las hojas, en el ángulo, ahí de donde puede resbalarse. La madre nerviosa la centra, la media, me media una línea de colores y llena de lunares. Te doy ahora un sueño que puede ser mar, un sueño que lleno de tambores y ruidos sordos. Porque tengo una línea que me escinde y me divide en aguas. Incorpórea se puede ser, donde todo es una red entera y nudosa, rugosa, como papel corrugado. Te regalo esto que guardo entre los pliegues de mi mente, te doy esto con el puño cerrado porque es un gusano que me quema la piel. Porque me gusta ser mulatona y me descubro negra, negra en mi sangre azul. No hay olores. Es un mundo dividido en el blanco de la hoja, un sentido ramificado en mil sabores. Mi hoja no tiene lengua, no tiene letras. Mi hoja es estructura pura, presa de la incongruente indecencia inodoro que recicla caricias. Dejame ser. Dejame ser puras sensaciones que no tengo otra cosa para regalarte ni para poner debajo del árbol...

jueves, 4 de septiembre de 2008

Difuminar sombras

Me di cuenta que si te buscaba en los pliegues de mis manos no encontraba más que líneas infinitas que se partían en mil pedazos, curtidas por la luz del día, despedazadas de palabras y tu pelo siguiendo cada trazo tranquilo ondeaba en cada partícula de mi piel. No hacía falta mucho para mirar hacía abajo y ver el cordón fangoso de bacterias festivas, de organismos mínimos que me invaden permanentemente. Irrespetuosas sus alas y sus patas mugrosas apolladas en mis ideas, insolencia la de ellos que viven sin sentir y sin saber. Sin saber nada de todo esto que tú, ella y yo sabemos. Y nose si lo sé, nose si quiera si vale la pena incluirme o mejor construir un yo mayestático en el que ocultarme como un montón de piedras que saltan del asfalto envejecido, endurecido. Las cosas podían ser así de simples. Simples restos hoscos y sin gracia. Podía tu mano convertirse en simple barro adentro de las mías, resbalar como sal y convertirse en polvo. Podía todo eso ser tan esfímero, inestable, sin sable. No se sabe y ese es el ave que sobrevuela mi minutero. Y yo que quería regalarte no más que esto que tengo aquí guardado en el pecho (que empecino) me empecinan en ponerle nombre a las cosas. Pero era harto más simple, no hacía falta, no falta.... la falta no falta, entendés Juan? La falta no está ausente... nos acompaña siempre a donde vayamos, siempre con nosotros, siempre esquiva, siempre soberbia. Y nosotros solo nos ocupamos de poner nombres, con toda la inutilidad del lenguaje. Nos ocupamos de representar espectáculos, de construir imágenes. Mas todo lo que hay es esto, esto que se escurre entre mis uñas ennegrecidas ahora de barro, esto que se escapa y se cuela como una bailarina subida a sus puntas de ballet. Ni siquiera como ella Juan, ni siquiera eso. Se va como el perfume de tu cuello cuando te moves; y yo me quedo así, gozando lo que se esfuma, amando lo esfímero, enterándome y sabiendo ahora que no hay más que eso. Arte esfímero.

martes, 1 de julio de 2008

Pragmática

Y yo miraba dos cuadras más lejos de donde estaban mis ojos. Vos estabas distraído. Canturreando esa canción tan lenta, tan detestable Manú. Porque yo no la sabía y a mi no me gustan las canciones que nose y vos nunca te acordás de eso. Tus manos apenas áridas como un desierto se apoyaban en la mesa de madera del bar, y golpeabas un poco acá y un poco allá. No estabamos muy lejos de lo de Vicente pero tampoco habías querido ir. Y si tan solo saliera aveces a la luz la mitad de mis pensamientos, de mis venganzas furtivas, quizás las mujeres dejaríamos de ser complicadas. Y lo más triste es que vos te creiste siempre simple y yo me cansé de contestarte. Seguramente ibas a abrir la puerta con tu acostumbrada fuerza inusitada y yo me pondría de malhumor porque vos no sabías tocar las cosas tan suave, ni sabías hacer el amor de mil modos, ni remotamente imaginabas mi mente. Ni yo tampoco sabía hacer eso que pretendía de vos y quizás el café quemado, la lágrima lechosa, me hayan hecho acordarme de cuán lejos están mis pechos tibios. Te quise así, como quiere cualquiera. Te quise caprichosamente porque quería que fueras un muñeco a la medida de mis ideales. Y también me cansé de desepcionarme, de vos, de mí, de nosotros. Qué importa. Ahora seguimos sentados en el bar y pienso que no tengo ganas de escucharte cantar Calamaro, que no tengo ganas de hablar de turas ni de cosas que jamás podré escribir. Mejor pagar, mejor salgamos, mejor deje de ver la mesa con la madera levantada, mejor deje de sentirme invadida por mi centro hermafrodito. Mejor.
No sé casi como explicarte, pero mamá nos espera en casa con un pastel de papas caliente y a vos que tanto te gusta; y de golpe todo vos me ponés de malhumor y todo mi amor es una enorme estaca que se me clava en el medio del pecho y me pincha cada hilo de paciencia e impaciencia, me chupa las ganas de que hagamos el amor cuando lleguemos a casa y de que nos durmamos desnudos, con media sabana abajo, con mis pies fríos y tu cuerpo transpirado.
Eempezaré, como todos los necios que caminan la tierra, a buscar lo inencontrable, a pretender lo impretendible, a decir las cosas como no quise decirlas nunca.

- Vos ya terminaste? Vamos?
- Si, ahí lo llamo.


(Inmenso silencio se llena de voces vacías. Abre la puerta del bar y la deja pasar antes).

- Gracias. ( Y se va riéndose)

martes, 27 de mayo de 2008

Sesión

Tengo la terrible verborrágica contradicción de saber que pasan por mi alma al menos 400 ciclistas machacando la tierra pero aún así no logran arrancarme un grito. No tengo hoy nada para decir señora. Me molesta su silencio absurdo. Vengo para que me diga algo, algo que me facilite vivir. ¿Acaso no están para eso ustedes? ¿Quiere que le cuente que no tengo nada para contarle?
Se de la obstinación de mi familia por enviarme a este espacio... realmente, me encuentro mejor con Tere en la cocina de casa. Me gusta comer torta con ella y tomar el té aunque no sea a las cinco de la tarde. Aveces me hace la tintura en el cabello, y charlamos de los números que salieron en la lotería esa semana. Nunca ganamos. Igual, el otro día pensé... que si algún día ganáramos sería muy difícil para mí. Me imagino que se imagina. (Silencio). Bueno como no lo va a decir... lo voy a decir yo. Claro, si ganara no habría nada de que hablar ¿se da cuenta? Gastaría el dinero en mis nietos y en mis hijos, quizás quedaría resto para Raúl. Y nada más. Mi papá decía que con estas cosas se nos va la vida. Pero yo me pregunto, quizás... nose... bha... déjeme... solo sé decir tonterías. -Titubea un momento mirando alrededor de la sala, se siente tensa, la sangre es como si se hubiera agolpado en la puerta de las venas, y después...-
¿Qué es la vida? Yo vivo así... ¿y eso está mal?
¿Está mal cuidar a los hijos, esperarlos con el caldito, buscarles los chocolates y las galletitas dulces que se que les gustan, mirar los dibujos animados con mi nieta, dormir la siesta y tantos otros placeres? Nose doctora. Porque yo sé lo que piensan las mujeres modernas. Usted es tan jovencita, pero sabe, cuando se ha crecido en una casa donde las cosas son como Dios manda... se nos hace tarde. Y yo nose como decirlo, pero ahora pienso que mi padre tenía un poco de razón, ¿no le parece? (No claro, cierto que usted no puede hablar. Nadie puede hablarme nunca, pero yo sé comprender). Comprendo. En el fondo.. - está por decir algo, algo que le hace cosquillas, pero todavía no... mejor callarse tonta... a ésta que ni la conocés, decirle semejante cosa. Nose, tampoco sé si hay que estar con alguien para ser feliz -











A COMER!!!


- Se sientan a la mesa y hay un clima festivo de domingo. Hizo ñoquis con pesto y Luciano y Barby corren por toda la casa jugando a la mancha. El viejo mete la segunda tanda de fideos en la olla y mientras Carlos habla de la semana y de sus corridas por los bancos con Amanda-


¿Y, vieja? ¿Cómo te fue con la doctora?
-No escucha. Ricky repite la pregunta un poco más alto-

Vieja te hablan....

Bha... nose.... no habla. Yo nose para qué uno le paga al final. Para terminar diciendo cosas... bha dejá, para qué aclarar.... (casi en un murmullo de protesta) cosas que una ya sabe. Menos mal que no hay nadie ahí... - dottorcita, doctora- ... no me dijo nada. - nada me dijo esa-